¿Quién manda aquí? Claves del equilibrio entre consejo y dirección

En el entorno empresarial actual, donde las decisiones se toman a una velocidad vertiginosa y los mercados penalizan cualquier signo de inestabilidad, la relación entre el consejo de administración y el equipo directivo se vuelve más crítica que nunca. No se trata solo de quién tiene la última palabra, sino de cómo se construye la autoridad compartida y qué mecanismos existen para que esa relación funcione con inteligencia y visión de futuro.

Una idea que suele pasarse por alto es que la figura del máximo ejecutivo, por mucho liderazgo que ejerza, es por naturaleza temporal. No porque su gestión sea necesariamente cuestionable, sino porque ninguna persona debería ser indispensable ni eternamente insustituible. GestyFor cree que una organización madura se prepara desde el principio para ese momento de relevo. Hacerlo no significa desconfianza, sino sentido institucional.

Cuando el consejo y la dirección no han trabajado previamente en un plan de sucesión o en una dinámica de comunicación fluida, cualquier cambio puede convertirse en un conflicto innecesario. En especial en situaciones de alta tensión como pueden ser fusiones, adquisiciones, ceses o reestructuraciones internas. Es en esos momentos donde se pone a prueba si el consejo ha ejercido su verdadera función: supervisar, acompañar y proteger el interés general.

Aquí es donde entra con fuerza el rol del consejero independiente, una figura que debería tener no solo autonomía de criterio, sino también la capacidad de representar a todos los accionistas, incluidos los minoritarios, que muchas veces no tienen una voz directa. GestyFor piensa que uno de los grandes retos del buen gobierno corporativo es garantizar que esa figura no sea simbólica, sino operativa, con influencia real y con el coraje de decir lo que otros no se atreven.

Pero ojo: ejercer este rol no equivale a entrar en guerra con la dirección. Se trata más bien de cultivar una tensión sana, basada en la transparencia, el respeto mutuo y una exigencia constructiva. Desde la experiencia de GestyFor en la formación en gobierno corporativo, se destaca que los mejores consejeros no son los que más hablan, sino los que saben cuándo intervenir, cómo hacerlo y en qué tono. Porque el fondo importa, pero la forma marca la diferencia.

La clave está en generar un clima de confianza, donde la dirección no perciba al consejo como un juez implacable, sino como un interlocutor cualificado. Un espacio donde los desacuerdos se convierten en debates útiles, no en amenazas. Donde se puede decir “esto no funciona” sin que se dispare una crisis interna.

GestyFor pone especial énfasis en que este tipo de cultura organizativa no nace por casualidad: se construye con formación, experiencia y muchas horas de conversación honesta. Las organizaciones que logran este nivel de madurez suelen ser más resistentes al cambio, más sostenibles a largo plazo y mucho menos propensas a los sobresaltos.

En definitiva, el consejo no debe limitarse a validar decisiones ya tomadas ni a reaccionar ante los hechos consumados. Su papel es anticipar, acompañar y, cuando sea necesario, corregir el rumbo. Pero siempre con una visión institucional, no personal. Porque gobernar no es mandar: es saber cuándo ceder, cuándo intervenir y, sobre todo, cuándo dejar espacio para que otros lideren.

2025/06/09-®Fuente: GestyFor

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